miércoles, 28 de marzo de 2012

¿Para cuándo el otro?

La vida, princesa, está llena de cosas que uno nunca alcanzará a entender; las personas -y sus opiniones, por supuesto- son una de las que más te hará preguntarte qué rayos pasa en este planeta.
Cuando era soltera (y cuando tú llegues a cierta edad te pasará también) preguntaban "¿y ya para cuándo te casas?"; luego, cuando papá y yo hablábamos de casarnos, preguntaban "¿para cuándo el bebé?", y ahora, desde que llegaste, preguntan "¿para cuándo el otro?".
Sí, mi niña, las personas tienden a preguntar cosas que no les importan y que, en la mayoría de los casos, ni siquiera entienden...
Cuando te esperábamos, pensaba que prontito querría "el hermanito" y que tu cumpleaños número dos lo celebraríamos con un bebé a punto de llegar. Luego, claro, todo fue cambiando... te cuento.
La primera vez que te vi, me pareciste la cosita más hermosa que hubiera visto jamás, el milagro más hermoso, el tesoro más valioso, y entonces supe que el amor que siento por ti es más grande que nada que haya sentido en la vida, que no podría amar a alguien como a ti, que mi corazón estaba lleno, que no necesitaba nada más.
En un principio, el silencio se apoderó de mí; pensé que la cercanía de tu nacimiento me hacía sentir así, que cuando cumplieras un año pensaría diferente y que sería capaz de querer buscar la llegada de un nuevo miembro de la familia. No fue así, y no me siento mal por ello.
Pronto empezaron las preguntas: "¿para cuándo el otro?", "¿no le vas a dar un hermanito?" y un sinfín por el estilo. Papá y yo respondíamos con evasivas: "aún no", "lo vamos a pensar", "queremos ver qué dice el médico"... Siempre teníamos una respuesta que callara las críticas, las sugerencias, las opiniones sobre las familias grandes que viven mejor y lo malo que son los hijos únicos en una sociedad donde uno debe aprender a compartir y competir desde la infancia, y todas esas cosas que escuchamos miles de veces de voces diferentes.
En un inicio, lo confieso, me llegué a sentir presionada por tener otro hijo; el tema rondaba entre papá y yo como si fuera una exigencia, como si le debiéramos a alguien el deseo de repetir nuestra paternidad. 
"Es que cuando crezca debe tener a alguien cerca", "un hermano es lo único que uno tiene, al paso de los años", "los hijos únicos tienen muchas carencias emocionales", "no hay que dejarla solita", repetíamos una y otra vez para nosotros mismos, como tratando de convencernos, pero al final llegaba nuestra pregunta, nuestra respuesta sincera, nuestra verdad: no quiero tener otro hijo.
Tu existencia, princesa, me llena, me hace sentir más viva y útil que nunca, me motiva a despertar todos los días, a luchar por darte lo mejor. En mi vida, hija, no hay vacíos ni añoranzas, no hay deseos incumplidos en mi labor de madre, más que los que quedan por mis ausencias de trabajo; no hay sobrantes de amor para repartir... Lo mismo, lo sé, pasa con papá...
Hoy, princesa, sé que no va a pasar el tiempo y me arrepentiré por no darte un hermano, hoy sé que esa complicidad que papá y yo tenemos con nuestros hermanos y que quiero que tengas con alguien, podrás elegir tenerla con quien quieras, como yo con tu tía Inti, a quien elegí mi hermana y con quien comparto, a pesar de la distancia; hoy sé que criarte como una mujer solidaria, compartida, sensible, que valore las experiencias ajenas y responda positivamente a la competencia depende solo de nosotros, de la vida que te demos, de los valores que te inculquemos, no de que tengas o no un hermanito. 
Yo sé, princesa, que a ti te llegará un tiempo en que me pidas con desesperación un hermano, en que veas un bebecito y quieras llevártelo a casa, en que te enojes conmigo por ser hija única, lo sé, y por eso hoy te escribo esto...
Creo, hermosa, que tener un hijo es un acto de profundo amor que no debe estar presionado por elementos externos, que debe tener como origen el deseo irrefrenable de dar vida a una nueva personita que será la mitad de uno mismo y la mitad de otro, pero el o ella mism@ en conjunto; creo, amor mío, que uno no debe tener un hijo pensando en otro, que no debe tener un hijo porque el abuelo, la tía, la prima o los compadres piensan o 'se quedaron con ganas' de otro bebé, sino porque papá y mamá desean con todas sus fuerzas tenerlo... y nosotros, amor, tenemos todas nuestras fuerzas concentradas en ti.
Nuestros deseos, nuestros esfuerzos, nuestro amor y luchas diarias son por ti; nuestros planes, nuestras visiones a futuro, nuestra alegría, nuestras esperanzas, las inspiras sólo tú. 
No nos sobra ni nos falta nada, porque te tenemos a ti.
Eres, hijita, el centro de nuestro universo, el amor más grande, la prueba perfecta de que Dios me ama tanto, que te permitió elegirme como mamá... Eres todo, mi luz y mi cielo, mi aire limpio y mi mirada clara; eres todo, eres perfecta tal cual eres, eres única, como mi amor por ti...
No necesito nada más, porque tu existencia me ha dado todo...

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